“Toca el fantasma y se desvanecerá”
Los niños tienen miedo y eso es lo normal. ¿Pero cuándo deja de ser normal? ¿Cuándo actuar? ¿Qué hay que hacer? Y yo añadiría algo más ¿qué no hay que hacer? En estas líneas os vamos a explicar que hacen los padres cuando los hijos tienen pánico y también os mostramos un caso para que veáis cómo se aborda desde la terapia breve estratégica uno de los terrores más habituales: el miedo a dormir solos. En nuestra consulta de psicología de Barcelona, especialistas en psicología infantil y trastornos de ansiedad (fobias y obsesiones), observamos que uno de los miedos infantiles más habituales es a dormir solos y a la oscuridad. Es normal que los niños tengan terror a estar solos y a la oscuridad. Se trata de una emoción universal y necesario para la supervivencia, forma parte del crecimiento normal del niño que se puede atenuar a través de sesiones de psicología especializada en niños.
La noche es el momento más crítico para muchos niños. Es cuando hay menos estímulos y la imaginación vuela sin rumbo ni límites, dibujando monstruos y fantasmas sin que la razón sea capaz de frenar o tranquilizar la mente de estos grandes productores de películas. Un mal imaginario puede ser en sus efectos más real que cualquier realidad. Nuestra mente no distingue entre realidad y ficción. Por ello, imaginaros las películas de terror que deben protagonizar durante esos momentos en plena oscuridad y en el más absoluto silencio.
Cómo detectar que el miedo infantil de mi hijo es un problema
Creemos que tú hijo debería de consultar a un psicólogo en Barcelona si su miedo es desproporcionado o va en aumento. Y lleva al niño a evitar situaciones que antes sí podía hacer o que hacen otros niños de su edad. También puede ocurrir que lleguen a hacer cosas pero que lo hagan con mucho sufrimiento o ansiedad. En otras ocasiones aparecen rituales o cambian conductas para controlar lo que les pasa. Es entonces cuando los papas preocupados y con la mejor intención intervienen y ponen en marcha diferentes soluciones para ayudar a su hijo.
8 soluciones para que tu hijo duerma solo que NO funcionan
Las conductas que más frecuentemente ponen en práctica los papás y no solo no funcionan sino que mantienen el problema son:
- Intentar tranquilizarlo diciendo: “hijo ya estoy yo aquí para protegerte”.
- Quitarle importancia a lo que les pasa diciendo: “hijo no tengas miedo si los fantasmas no existen”.
- Hacerles compañía para que se sientan más tranquilos hasta que se duermen.
- Dejarles la luz encendida para que puedan controlar lo que pasa a su alrededor.
- Dejarles que duerman en nuestra cama porque como es tarde y estamos cansados en ese momento es lo mejor.
- Enfadarse con el hijo y decirle que ya es mayor: “ya no tendrías que tener miedo con lo grande que eres pareces un bebé”.
- Castigar o premiar : cuando vemos que el problema se está mantenido.
- Hablar de sus miedos. Y analizar el problema teniéndolo más presente en sus vidas.
Cómo solucionar el miedo a la oscuridad a que duerman solos
Para conseguir que tu hijo o hija duerma solo en su habitación debes de tener muy claro lo siguiente: El miedo se vence tocándolo. Y con los niños podemos utilizar su imaginación. Podemos utilizar como maniobras terapéuticas los dibujos y diferentes juegos para tocar al fantasma y hacer que desaparezca. Por ejemplo, a través del juego se puede escenificar como un príncipe o una princesa vence al enemigo que se esconde tras un armario. También podemos utilizar los dibujos para desmontar una historia de terror. O jugar al escondite para, de este modo, ir acercando al niño de manera progresiva a los diferentes rincones de la casa que más teme. El juego nos va a servir para entrar dentro de su mundo y desde ahí cambiar ese guión que hasta ahora ha mantenido el problema.
Ejemplo de un caso real:
Os quiero explicar un caso real para que podáis ver como trabajamos un miedo a dormir sola en su habitación con la luz apagada.
Lucía era una niña de seis años que empezó a tener pánico a dormir sola en su habitación a la edad de cuatro años. Sus papas no querían que la niña lo pasara mal y lo que al principio era una molestia ahora se había convertido en un problema para toda la familia. Todo comenzó cuando empezó a tener miedo a dormir con la luz apagada. Lucía empezó a decir que tenía miedo y que no apagaran la luz cuando estaba en la cama. Después el problema fue aumentando porque no quería estar sola en su habitación. Los padres empezaron a tranquilizarla diciendo que no pasaba nada y que ellos ya estaban al lado protegiéndola de los monstruos malos. Poco a poco esos momentos se fueron alargando con lo cual la luz se tenía que quedar siempre encendida y uno de los papas quedarse a su lado hasta que se durmiera. Después, a media noche, si se despertaba y no había nadie con ella tenían que encender la luz de nuevo y quedarse con ella hasta que se durmiera. Y como es habitual en estos casos la situación se iba complicando cada vez más. Al final se hacía tan pesado esperar allí y levantarse cada vez que Lucía se despertaba que la solución más rápida, en ese momento, fue dejarla dormir con ellos. Lo que en ese momento fue la solución más fácil fue lo que más tarde iba a interferir más en sus vidas.
Cuando hablamos de niños menores de 10 años los padres van a ser los que van a trabajar en casa con el niño siguiendo las indicaciones del terapeuta. Por ello pedimos a los papás que se comprometieran con nosotros y siguieran nuestras indicaciones al pie de la letra. En situaciones como estas los padres evitan que el niño sufra y lo protegen porque lo quieren pero a su vez le están confirmando su incapacidad para afrontar su miedo. El trabajo del terapeuta para ayudar a los padres a ayudar a su hija estuvo enfocado en que la niña lograra volver a dormir sola en su habitación y con la luz apagada.
Por tanto, el primer cambio que pedimos a los papas en casa es dejar de hablar del problema. Es decir dejar de hacerle reflexionar sobre sus miedos o de decirle que no pasa nada. Frases como “no pasa nada cariño”; “no tengas miedo” o “estoy aquí y los papas vigilan que no te pase nada” deberán de dejar de decirse.
Para ello les pedimos a los papás que hicieran la tarea de la “peor fantasía infantil”. Es decir que cada día a la hora acordada durante veinte minutos tenían que hablar de todos sus miedos. Para ello Lucía tenía que explicar sus peores fantasías y como se sentía al describir con detalle los monstruos que tanto le atormentaban en la oscuridad. Los padres durante ese tiempo le tenían que preguntar qué era aquello tan horrible que le asustaba y que les dijera que podría ser peor y aún más horrible. Remarcamos que era importantísimo que no intentaran tranquilizarla ni quitar importancia a sus miedos. Y la necesidad de continuar aunque su hija no quisiera hacer la tarea o dijera que ya no lo necesitaba. Así lo hicieron hasta lograr el efecto paradójico que fue cuando Lucía empezó a hablar cada vez más tranquila de sus miedos e incluso llegaba a aburrirse cuando lo hacía.
Normalmente cuando los niños tienen miedo lo primero que hacen es evitar enfrentarse a esos pensamientos y sensaciones y, en lugar de conseguir que se aleje lo que provocan es que ese fantasma les persiga todavía más. La tarea de la peor fantasía que se le dio a Lucía es una versión adaptada a ella y a su edad que tiene como objetivo eliminar el síntoma, el miedo, mediante su prescripción paradójica donde los papás animan al niño a hablar de sus terrores.
Para que la niña continuara conquistando al miedo se confeccionaron sesiones de manera creativa, ad hoc, para que fuera afrontando las situaciones que temía y superándolas. A través del juego y la distracción y de forma gradual Lucía iba evitando menos cosas. Utilizando el entrenamiento mental de la peor fantasía y la estratagema china “surcar el mar sin que el cielo lo sepa”, que es una técnica fabulosa para la distracción Lucía pudo tocar al fantasma hasta que este se desvaneció. El trabajo de los padres fue necesario para lograr el cambio e ir felicitando los logros de su hija. Esta herramienta se tenía que seguir aplicando cada vez que vieran que la niña volvía a tener miedo haciéndole preguntas sobre sus pensamientos y sentimientos hasta su saturación.
La implicación de los papás en la terapia breve estratégica con niños es fundamental ya que, gracias a su trabajo entrenan a los niños a utilizar la técnica necesaria para afrontar sus peores pesadillas.
Es importante saber que el miedo solo se supera en primera persona. Solo a través de la experiencia conseguiremos que se sientan valientes. No es más valiente el que no tiene miedo sino el que tiene miedo y lo afronta. Así es como les ayudamos a que crezcan en su autoestima y confíen en sus capacidades.
Sonia Sendra. Psicóloga infantil en Barcelona. Especialista en Terapia Breve Estratégica. Especialista en miedos infantiles en Barcelona. Psicoterapeuta del Centro Júlia Pascual